miércoles, 24 de agosto de 2011

Esta noche intentaron robarme

Esta medianoche del 23 al 24 de agosto, volvía a mi casa luego de cenar con unos amigos. Uno de ellos se ofreció amablemente a pagar la cuenta, así que el dinero para abonar mi importe estaba intacto. Unos artesanos me ofrecieron el producto de sus manos y, como estaban buenas, me compré una tuquita por la buena onda que me tiraron. Pero al llegar a la esquina de casa un flaco alto con las manos en el bolsillo y su acompañante, una mujer de unos 16 años, me paran y me piden dos pesos.

Casi nunca pongo plata de los mangueos, así que le dije no. Insiste, pero la respuesta fue la misma. “Me matás”, le respondo. Al tercer pedido yo intento terminar la comunicación y camino hacia un costado. Pero se interpone en mi paso, frente a mí. Como yo soy muy inteligente me digo a mí mismo: “Ah, esto es otra cosa”. Miro a la gurisa y, oh casualidad, también se interpone en mi camino, pero sobre mi costado derecho. El tipo, siempre con las manos en el bolsillo, me explica que tiene un caño y que si no accedo a sus reclamos, me explota. “Ah, esto es un asalto”, me dije mientras me ahogaba sobre mi brillante conclusión.

Sin escucharlo, le replico que sólo podía ofrecerle un cigarrillo, que la niña toma bruscamente de mi mano. Ahí me pide el teléfono. “¿El qué?”, y me repite   “- El teléfono, el celular”, con cara de no estar tan convencido del genial uso cotidiano que hago de mi materia gris. Le respondo con un vehemente “No papá, no, te equivocaste” y ahí si, me abro paso sobre el costado izquierdo de la chica, justo sobre el lugar donde no me detenía su acompañante varón. Pego la vuelta y llego a mi casa. Fin de la historia.

Ahora, ¿qué cosa motivó tanta seguridad como para ejecutar una tentativa de hurto contra mí? Su presencia era más alta que la mía, capaz que fue su confianza frente a mi capacidad de respuesta. Eran dos y yo uno solo, imagino también que fue su ventaja táctica. Su cara era bastante más fea que la mía, pero no creo que sea muy diferente a mi porte de belleza.

Creo que es la capacidad de asustarnos. El Otro es un sujeto radical e impenetrable. Es un abismo, un tajo infinito, una herida cuyo fondo jamás conoceremos. Y si eso es válido para las personas que conocemos, lo es en mayor medida para los extraños que se nos presentan de una, imprevisiblemente. Ellos intentaron convencerme que mi seguridad física es algo que se puede comprar, crearon mi necesidad por ella e intentaron venderme miedo y yo no sabía si eran capaces de garantizar la amenaza. Hoy no compré; mañana capaz que aparece otro chorro con mejor capacidad de venta y ta, no me la juego y entrego lo que haya en mis bolsillos.

Ya me robaron en tres ocasiones. Pero no puedo salir a la calle con miedo. Quiero saber por qué roban, porque si esa pregunta tiene respuesta, se pueden evitar los crímenes menores como forma de vida. En Uruguay no existen estudios académicos ni recopilación de experiencias sobre el tema y es una falta que se debe señalar. ¿Sobre qué estamos trabajando?

La respuesta no es el temor, no puede ser la misma moneda que me quieren cambiar los chorros. Tiene que ser una salida madura y en libertad, sin esa esclavitud que nos acosa hoy llamada miedo. Mi seguridad no es una moneda de intercambio y mañana voy a salir a tomarme una con mis amigos. No por valiente, sino por necesario.

Esta noche intentaron robarme. Pero yo no firmo.

domingo, 21 de agosto de 2011

Chunking Express: ¿Puede alguien decirme: “Me voy a comer tu dolor”?

Faye Wong Fuente

Otra de cine. En este caso es Chunking Express, la cuarta película del realizador chino Wonk Kar-Wai filmada en 1994. Fue producida en dos semanas y en oriente ganó todos los premios. Gracias a esta película, su realizador consiguió el pasaje al gran cine e incluso a la industria occidental, cuando los directores entraban ahí únicamente con sus relatos de karatekas. Esta nos muestra dos historias de amor, de la cual hablaremos sobre una de ellas.

La primera trata del encuentro entre un policía, el joven Agente 223 que no soportó la ruptura con su pareja y salió a buscar cualquier cosa, lo que venga. Vino una china occidentalizada, con peluca onda Marilyn Monroe, lentes negros y gabardina, “porque nunca se sabe cuándo va a llover o cuándo va a salir el sol”. Ambos están obsesionados con el 1º de mayo de 1994: uno porque es el cumplemes sin ella y la otra porque ese día la iban a matar, ya que los hindúes que transportaban merca y estaban a su cargo se perdieron. Muchos dicen que es una ficción sobre el traspaso de Hong Kong de manos británicas a la China comunista y eso está bien, pero no vamos a profundizar. Nos interesa la otra historia.

Tu infierno está encantador

Hablamos del comienzo de la relación entre Faye, una loquita que no puede encajar su esfera social con su mundo interior y que atiende el carro de chorizos chino, con el Agente 663, otro policía que también perdió un amor. Nuestro agente de segunda, de esos que andan en la calle para mantener el orden, se enganchó con una azafata, una gran metáfora para establecer la idea del amor adulto sin asidero, sin raíces ni otra cosa que presente. La china de la comida rápida se encariña rápidamente con él (en seis horas según la peli) y retiene la carta de despedida que le envía la azafata al Agente, con un sobre que también contiene la llave de su casa. Osea, más claro echale agua, fuiste.

Tony Leung Fuente
Nuestro policía no abre la carta, permite que Faye se la quede. Total, explicaciones sobraban. La soledad del tipo se llena hablando con los objetos, en especial los que guardan relación con la azafata (signo de su quiebre emocional). La curiosidad de Faye es más fuerte y se mete como intrusa en la casa de 663, todas las tardes. Primero revuelve sus cosas, después las ordena, luego deja marcas (le saca el repasador agujereado, cambia los osos de peluche con los cuales conversa el ex férreo agente de la ley, lo llama desde la ventana, cambia las etiquetas de las latas de sardina que come el agente), e incluso se esconde en su armario cada vez que nuestro policía amigo llega de improviso, pues cree que aquella llegará en cualquier momento.

En esos momentos a uno le viene la idea: “ah, pero este tipo es un nabo, cómo no se da cuenta”. Pero demos vuelta el ejemplo. ¿Y si nuestra casa, el lugar más intimo de nuestra esfera social, es en realidad una metáfora de nuestra cabeza? ¿No es justamente esa la tarea de la persona que ingresa a nuestra vida? Las minas llegan, juegan con nuestras cosas, nos cambian la música, las cortinas y el fregón. Hasta esconden la ropa de la otra, con todos sus perfumes naturales. Hacen un ejercicio a escondidas y dejan señales que son, en el mismo acto, un ejercicio de cordura y locura. Nuestra cabeza se convierte en el mundo de fantasía de ella mientras nosotros, claro, nos hacemos los nabos.

Faye Wong Fuente

¿Por qué no te dejás de pensar en labios que besan frío?

Eso sí, está bien que la otra nos limpie, pero el que debe ordenar es uno mismo. En uno de los tantos pires esperando a la viajante, el Agente 663 corre hacia su casa y encuentra un quilombo: el desborde de agua, la ropa en el piso y mojada, el dormitorio desprolijo. Llegó la hora de hacer el trabajo a fondo. Él mismo se encarga de poner todas las cosas de la azafata en un par de cajas, que deposita bien arriba, sobre un estante en la despensa. Al final encuentra a la piba de la comida rápida, acurrucada contra un rincón de nuestra casa/cabeza y temblando por el descubrimiento. Obvio que el paso siguiente es aceptarla, porque uno tiene que dejar de pensar en labios que besan, fríos, para cerrar un ojo y ver cuantos cuernos tiene el diablo. Pero la película tiene un giro cuyo final no voy a contar.

Fuente 
El film tiene un lenguaje onírico, tanto la primera parte como la segunda. No hay historia en su forma clásica, estamos meses en la cabeza/monoambiente del policía, sin mucho sentido narrativo, antes del desenlace acelerado. Es necesario que así sea, para contar el aspecto sicológico de manera interesante. Y nunca consumamos el amor: al término nuestra enamorada ofrece un viaje al agente pero, ¿adónde? “Donde quieras llevarme”, ¿qué otra cosa le va a decir? Y baja el telón.

Mención aparte para la versión de Dreams, el tema de Cranberries, pero en chino. Sí, en chino, cantada en su versión oriental por la propia Faye, que de día es actriz y de noche canta pop de protesta pero oficialista. Es la Britney Viglietti en mandarín.

Les dejo esta versión y el clásico de los Redondos, que para el caso vale. Les pido que no me toquen el volumen, porque a mí me gusta limpiar mi casa con la música bien alta. Y si no me van a ayudar a ordenar, por lo menos me levantan los pies de la alfombra que ya perdí mucho tiempo hablando. Gracias.





Si se decidieron, acá va el link para bajar la película http://bit.ly/idPsWu