Asesinato en Pueblo Goñi: “El amor es psicótico, pero no es loco”
Conocimos
el caso del hombre de 47 años que mató a una mujer porque no fue correspondido.
La jueza del caso entendió que el homicida es inimputable y decidió tratarlo
con un psiquiatra, a lo cual la comunidad se opone. Básicamente, la crítica
señala que si este hombre fue capaz de buscar un arma, estaba dispuesto a
llevar su decisión hasta las últimas consecuencias y, por tanto, era capaz de
juzgar sus actos. La frase que sintetiza el hecho es: “el tipo era psicótico, pero no estaba loco”. Con su decisión, creo, la jueza está señalando otra cosa.
Un
inimputable, según el Código Penal, es una persona con una perturbación moral
que no tiene incorporado el sentido de la culpa. La jueza observó que el
homicida entendía como una cuestión lógica el final trágico que desencadenó. Esta
persona reivindicó la posibilidad de mantener un vínculo amoroso basado en
mensajes que no existieron. Perpetró un asesinato en vista de todos,
enceguecido por su rechazo. La jueza decidió que esta persona no tiene que
estar rodeada de rapiñeros, estafadores o vendedores de drogas ilegales porque,
en última instancia y aún reiterando el crimen, los rapiñeros, los estafadores
y los vendedores de drogas saben que no está bien lo que hicieron. La jueza decidió
que un psiquiatra agarre al homicida, lo siente en un banquito y le diga:
“mire, le voy a tener que explicar algunas cosas a sus 47 años, con las drogas
duras más fuertes que manejo”.
¿Pero
de dónde viene semejante tipo de razonamiento? Advierto que a partir de acá me
voy a poner terraja. Las canciones populares de amor están basadas en algunos
pilares conocidos: “después de vos no hay nada”, “te necesito para vivir”, “no
te vayas”, “para mí vos sos todo”, “qué soy yo sin vos”, “quien te ama no te
suelta”, “quién te puede querer más que yo”, etc. Estos mensajes son reproducidos por todas las
radios del Uruguay, las 24 horas del día, durante generaciones enteras. Para
las personas con un equilibrio emocional frágil, estos mensajes son una bomba
de tiempo. La relación amorosa se entiende como un contacto pleno con el ser
amado que justifica nuestra existencia. Ya no digo posesión del otro sino una
cosa mucho peor: nos impacienta su falta porque nos borra de la existencia. Y
esta idea no está sólo en Pueblo Goñi o en la radio, está mucho más cerca.
El amor que no exige condiciones
Lo
vemos cada vez que abrimos el Facebook, porque siempre hay alguien que postea
que el amor no pone condiciones. El amor no es un pacto, es un lazo indisoluble
y eterno, no importa lo que haga. El amor no tiene límites ni conoce
condiciones. Bajo estos parámetros, los atentados violentos son una posibilidad
y nadie se pone a reflexionar al respecto. Que te pegue o te mate son apenas un
par de escalones más arriba de este razonamiento.
Con la
novedad de la persona que rompió su tobillera de prevención para los casos de
violencia doméstica se puede observar algo que no estaba en los planes. La
mujer no quiere custodia policial. “Si aún me envía mensajes, será porquetodavía me quiere”. El propio ministro del Interior dijo algo que aún no fue
reflexionado: las víctimas de violencia quieren que sus maridos no les peguen
más, pero no quieren separarse. Claro, es que sin ellos no son nada, tanto
golpeador como golpeada. Debería quedar claro que el amor precisa límites, pero
acá tenemos otro problema.
Nosotros
tenemos la convicción firme de que venimos al mundo para ser plenamente felices
y libres. Subrayo lo de plenamente, es decir, tener una conexión total con la
felicidad y la libertad. Sin conflictos. No soportamos la idea de ser un poco
menos libres, ni conceder la chance de ser menos felices. Esa conexión total,
sin conflicto ni lenguaje para articularlo, es la estructura que uno puede
encontrar en el adicto cuando busca y se abraza con su objeto. En el campo del
amor significa “ni un segundo lejos de vos, ni un centímetro lejos de vos”.
Exigimos que el otro amado sea
transparente, sin misterios, y entendemos al amor como una forma de la
telepatía. La garantía del amor irrompible es saber en todo momento qué es lo
que te pasa. Y no queremos ni por asomo pensar que no hay peor cosa para el
desarrollo de un amor sano que la telepatía. El otro como la continuidad de mi
cuerpo, bajo una inspección constante que calma mi adicción. Sin distancia
narrativa, el amor no puede ser futuro. Es ahora, es presente conmigo. El amor
no es proyecto, es presente infinito e inamovible. Y romper esa continuidad es
simplemente insoportable.
¿De
dónde viene esto? Caminando por la calle uno puede encontrar bancos que te
dicen que “Sí, podés!”, créditos que son “Pronto!”, tinturas de pelo que podés
usar “porque vos lo valés”, porque “lo quiero y me lo llevo”. Todo esto sin
frustración, porque quiero una conexión plena con lo que quiero y me gusta.
Estamos empecinados en criar inmaduros que no soporten ni por un segundo la
pérdida y la frustración. El mandato de
nuestros días es gozar a pleno y, si lo conseguimos, la orden es gozar del
objeto de deseo. La vida social es un salto eterno entre la adicción y la “fisura”.
Y una sociedad que está integrada por personas que se mueven entre el mandato
del goce y el goce del mandato, naturalmente, no está compuesta por locos porque los necesitamos así para que funcione el mundo, pero no están sanos. Y eso es, en
definitiva, lo que abrió la sentencia de la jueza. Una persona inmadura no
puede hacer otra cosa más que matar a su amor no correspondido, pero estamos
lejos de pensar que esto es una locura.
El arte de amar
¿Existe
otra posibilidad de pensar en el amor que sea distinta a la psicosis? Sí. Cada
vez que me informo sobre un caso de violencia doméstica me acuerdo de éstos
párrafos del libro “El arte de amar”, de Eric Fromm. Será un libro un poco
pacato y moralmente protestante, pero esto me ayuda a pensar. Dice:
“Además
del elemento de dar, el carácter activo del amor se vuelve evidente en el hecho
de que implica ciertos elementos básicos, comunes a todas las formas del amor.
Esos elementos son: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento.
“Que el
amor implica cuidado es especialmente evidente en el amor de una madre por su
hijo. Ninguna declaración de amor por su parte nos parecería sincera si
viéramos que descuida al niño, si deja de alimentarlo, de bañarlo, de
proporcionarle bienestar físico; y creemos en su amor si vemos que cuida al
niño. Lo mismo ocurre incluso con el amor a los animales y las flores. Si una
mujer nos dijera que ama las flores, y viéramos que se olvida de regarlas, no
creeríamos en su «amor» a las flores. El amor es la preocupación activa por la
vida y el crecimiento de lo que amamos. Cuando falta tal preocupación activa, no
hay amor. (…)
“El
cuidado y la preocupación implican otro aspecto del amor: el de la
responsabilidad. Hoy en día suele usarse ese término para denotar un deber,
algo impuesto desde el exterior. Pero la responsabilidad, en su verdadero
sentido, es un acto enteramente voluntario, constituye mi respuesta a las
necesidades, expresadas o no, de otro ser humano. Ser «responsable» significa estar
listo y dispuesto a «responder». (…) Tal responsabilidad, en el caso de la
madre y su hijo, atañe principalmente al cuidado de las necesidades físicas. En
el amor entre adultos, a las necesidades psíquicas de la otra persona. La
responsabilidad podría degenerar fácilmente en dominación y posesividad, si no
fuera por un tercer componente del amor, el respeto. Respeto no significa temor
y sumisa reverencia; denota, de acuerdo con la raíz de la palabra (respicere =
mirar), la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su
individualidad única. Respetar significa preocuparse por que la otra persona
crezca y se desarrolle tal como es. De ese modo, el respeto implica la ausencia
de explotación. Quiero que la persona amada crezca y se desarrolle por sí misma,
en la forma que les es propia, y no para servirme. Si amo a la otra persona, me
siento uno con ella, pero con ella tal
cual es, no como yo necesito que sea, como un objeto para mi uso. Es obvio que
el respeto sólo es posible si yo he alcanzado independencia; si puedo caminar
sin muletas, sin tener que dominar ni explotar a nadie.
“El
respeto sólo existe sobre la base de la libertad: " l'amour est l'enfant
de la liberté», dice una vieja canción francesa; el amor es hijo de la
libertad, nunca de la dominación. Respetar a una persona sin conocerla, no es
posible; el cuidado y la responsabilidad serían ciegos si no los guiara el
conocimiento. El conocimiento sería vacío si no lo motivara la preocupación.
Hay muchos niveles de conocimiento; el que constituye un aspecto del amor no se
detiene en la periferia, sino que penetra hasta el meollo. Sólo es posible
cuando puedo trascender la preocupación por mí mismo y ver a la otra persona en
sus propios términos. Puedo saber, por ejemplo, que una persona está
encolerizada, aunque no lo demuestre abiertamente; pero puedo llegar a
conocerla más profundamente aún; sé entonces que está angustiada, e inquieta;
que se siente sola, que se siente culpable. Sé entonces que su cólera no es más
que la manifestación de algo más profundo, y la veo angustiada e inquieta, es
decir, como una persona que sufre y no como una persona enojada. Pero el
conocimiento tiene otra relación, más fundamental, con el problema del amor. La
necesidad básica de fundirse con otra persona para trascender de ese modo la
prisión de la propia separatidad se vincula, de modo íntimo, con otro deseo
específicamente humano, el de conocer el «secreto del hombre». Si bien la vida
en sus aspectos meramente biológicos es un milagro y un secreto, el hombre, en
sus aspectos humanos, es un impenetrable secreto para sí mismo -y para sus
semejantes-. Nos conocemos y, a pesar de todos los esfuerzos que podamos
realizar, no nos conocemos. Conocemos a nuestros semejantes y, sin embargo, no
los conocemos, porque no somos una cosa, y tampoco lo son nuestros semejantes.
Cuanto más avanzamos hacia las profundidades de nuestro ser, o el ser de los
otros, más nos elude la meta del conocimiento. Sin embargo, no podemos dejar de
sentir el deseo de penetrar en el secreto del alma humana, en el núcleo más
profundo que es «él».”
El
cuidado, el respeto, la responsabilidad y el conocimiento como los límites del
amor deberían convertirse en la guía. En cambio, la necesidad plena y chata por
vos no. Porque, en definitiva, yo a vos no te necesito para vivir, pero el
mundo sin vos se me transforma en una cosa muy triste. ¿No?
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