Faye Wong Fuente |
Otra de cine. En este caso es Chunking Express, la cuarta película del realizador chino Wonk Kar-Wai filmada en 1994. Fue producida en dos semanas y en oriente ganó todos los premios. Gracias a esta película, su realizador consiguió el pasaje al gran cine e incluso a la industria occidental, cuando los directores entraban ahí únicamente con sus relatos de karatekas. Esta nos muestra dos historias de amor, de la cual hablaremos sobre una de ellas.
La primera trata del encuentro entre un policía, el joven Agente 223 que no soportó la ruptura con su pareja y salió a buscar cualquier cosa, lo que venga. Vino una china occidentalizada, con peluca onda Marilyn Monroe, lentes negros y gabardina, “porque nunca se sabe cuándo va a llover o cuándo va a salir el sol”. Ambos están obsesionados con el 1º de mayo de 1994: uno porque es el cumplemes sin ella y la otra porque ese día la iban a matar, ya que los hindúes que transportaban merca y estaban a su cargo se perdieron. Muchos dicen que es una ficción sobre el traspaso de Hong Kong de manos británicas a la China comunista y eso está bien, pero no vamos a profundizar. Nos interesa la otra historia.
Tu infierno está encantador
Hablamos del comienzo de la relación entre Faye, una loquita que no puede encajar su esfera social con su mundo interior y que atiende el carro de chorizos chino, con el Agente 663, otro policía que también perdió un amor. Nuestro agente de segunda, de esos que andan en la calle para mantener el orden, se enganchó con una azafata, una gran metáfora para establecer la idea del amor adulto sin asidero, sin raíces ni otra cosa que presente. La china de la comida rápida se encariña rápidamente con él (en seis horas según la peli) y retiene la carta de despedida que le envía la azafata al Agente, con un sobre que también contiene la llave de su casa. Osea, más claro echale agua, fuiste.
Tony Leung Fuente |
Nuestro policía no abre la carta, permite que Faye se la quede. Total, explicaciones sobraban. La soledad del tipo se llena hablando con los objetos, en especial los que guardan relación con la azafata (signo de su quiebre emocional). La curiosidad de Faye es más fuerte y se mete como intrusa en la casa de 663, todas las tardes. Primero revuelve sus cosas, después las ordena, luego deja marcas (le saca el repasador agujereado, cambia los osos de peluche con los cuales conversa el ex férreo agente de la ley, lo llama desde la ventana, cambia las etiquetas de las latas de sardina que come el agente), e incluso se esconde en su armario cada vez que nuestro policía amigo llega de improviso, pues cree que aquella llegará en cualquier momento.
En esos momentos a uno le viene la idea: “ah, pero este tipo es un nabo, cómo no se da cuenta”. Pero demos vuelta el ejemplo. ¿Y si nuestra casa, el lugar más intimo de nuestra esfera social, es en realidad una metáfora de nuestra cabeza? ¿No es justamente esa la tarea de la persona que ingresa a nuestra vida? Las minas llegan, juegan con nuestras cosas, nos cambian la música, las cortinas y el fregón. Hasta esconden la ropa de la otra, con todos sus perfumes naturales. Hacen un ejercicio a escondidas y dejan señales que son, en el mismo acto, un ejercicio de cordura y locura. Nuestra cabeza se convierte en el mundo de fantasía de ella mientras nosotros, claro, nos hacemos los nabos.
Faye Wong Fuente |
¿Por qué no te dejás de pensar en labios que besan frío?
Eso sí, está bien que la otra nos limpie, pero el que debe ordenar es uno mismo. En uno de los tantos pires esperando a la viajante, el Agente 663 corre hacia su casa y encuentra un quilombo: el desborde de agua, la ropa en el piso y mojada, el dormitorio desprolijo. Llegó la hora de hacer el trabajo a fondo. Él mismo se encarga de poner todas las cosas de la azafata en un par de cajas, que deposita bien arriba, sobre un estante en la despensa. Al final encuentra a la piba de la comida rápida, acurrucada contra un rincón de nuestra casa/cabeza y temblando por el descubrimiento. Obvio que el paso siguiente es aceptarla, porque uno tiene que dejar de pensar en labios que besan, fríos, para cerrar un ojo y ver cuantos cuernos tiene el diablo. Pero la película tiene un giro cuyo final no voy a contar.
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El film tiene un lenguaje onírico, tanto la primera parte como la segunda. No hay historia en su forma clásica, estamos meses en la cabeza/monoambiente del policía, sin mucho sentido narrativo, antes del desenlace acelerado. Es necesario que así sea, para contar el aspecto sicológico de manera interesante. Y nunca consumamos el amor: al término nuestra enamorada ofrece un viaje al agente pero, ¿adónde? “Donde quieras llevarme”, ¿qué otra cosa le va a decir? Y baja el telón.
Mención aparte para la versión de Dreams, el tema de Cranberries, pero en chino. Sí, en chino, cantada en su versión oriental por la propia Faye, que de día es actriz y de noche canta pop de protesta pero oficialista. Es la Britney Viglietti en mandarín.
Les dejo esta versión y el clásico de los Redondos, que para el caso vale. Les pido que no me toquen el volumen, porque a mí me gusta limpiar mi casa con la música bien alta. Y si no me van a ayudar a ordenar, por lo menos me levantan los pies de la alfombra que ya perdí mucho tiempo hablando. Gracias.
Si se decidieron, acá va el link para bajar la película http://bit.ly/idPsWu
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