martes, 26 de julio de 2011

Artigas Pop: Por qué no me gustó La Redota

Fuente

Hoy estrenaron la pelicula de César CharloneLa Redota” en el Solís y quería poner en debate algunas cosas. Sección cinéfilos primero, porque no es el tema. Muy bueno todo: reconstrucción de época, guión, actores; Esmoris bien, los lugares bien, hay uruguayez. Lo digo desde mi lugar de espectador ya que nunca agarré una cámara, pero como producto película de cine es buena. Las películas de hoy son máquinas trágicas cuyo objetivo es llegar al final y este film cumple la regla. No será Terminator pero encara.

La historia no trata de José Artigas. El presidente Máximo Santos encarga un cuadro del más importante de los Pepes a Juan Manuel Blanes y este, apremiado por el tiempo y las obligaciones, estudia los materiales que la oficina presidencial le dispensa, para hacerse una mejor idea de quién era el tipo éste del que tanto insiste Santos. Estamos en 1886, fundando la república y la nacionalidad.

Así que Blanes, antes de agarrar la brocha gorda, lee los textos artiguistas. “Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana”, “sean los más infelices los más privilegiados”, "el despotismo militar será precisamente aniquilado con trabas constitucionales que aseguren inviolable la soberanía de los pueblos" (esa es buena), "nada podemos esperar si no es de nosotros mismos" (esa es boluda), toda esa batería de frases escolares, a Juan Manuel no le sirven para pintar una cara. Da la casualidad que encuentra unos retratos de aquel que buscó a José Gervasio para matarlo, y es a partir de esos dibujos que Juan Manuel reconstruye la historia para nosotros. Esa es la película. Pero hay algunos puntos en los cuales me quiero detener.

Máximo Santos
 Fuente
El papel de Máximo Santos es representar al Estado. No solamente ese lugar fundador que necesita un mito para identificarnos, como propone la película. También vemos los motivos y maneras propias del aparato estatal: desde su burocratismo hasta su represión. Desde apurarlo con los plazos de la pintura, desde la manía por acopiar material del héroe, hasta el final cuando solicita a Blanes que saque la chusma que rodea a Artigas. Santos ES el Estado autoritario, y esa interpretación me parece un error posmoderno.*

Blanes quería sentir a Artigas porque, claro, es un artista**. Así que interpreta los dibujos de Guzmán Larra, el enviado para asesinar al caudillo. Eso sí, los dibujos no vienen con manual, como el arte, así que de lenguaje nunca hablamos. Si no hablamos de lenguaje, no hablamos de política. Yo pregunto: ¿de qué está hecha la sociedad?, ¿cómo nos organizamos sin lenguaje?, ¿cómo nos interpretamos? La cosa pública para los griegos clásicos era aquello que se podía pensar. Hoy no le permitimos hacer eso, ni a Blanes, ni a Artigas. A Santos sí, porque es el Estado y es malo.

El viaje del sicario Larra es evidente, pero no por eso deja de ser malo como maquinaria narrativa. Quiere volver a España ya que es un realista y como tal, no tenía que hacer nada en un ex virreinato. Así que Manuel de Sarratea (malo, muy malo, más que el Estado, ¡así que imaginate!) lo contrata para matarlo. Pero de realista enemigo de Buenos Aires a artigüista convencido, según la película, le hizo falta una hora y media. No es que esté mal, sino que el chiste de identificarme con el sicario para descubrir a Artigas es malo. Explico porqué.

Juan Manuel Blanes
 Fuente
Larra está enamorado de una mina, que es España. El enamoramiento sirve para no obligarse a explicar política. Es más, tampoco explica la política oriental, se limita a decir que lo más rico que tenemos es nuestro estado permanente de asamblea. (“lo más rico que tienen es su gente”, mientras los representantes de las diversas etnias que apoyaron al artigüismo debaten). Larra conoce a estos, los pueblos, a través de un collage, presentado en unos minutos. Pasan criollos, guaraníes, charrúas, paisanos, negros. Pero pasan, nadie explica porqué lo bancan al Pepe.

A cierta altura de la película la identificación público=Larra=Artigas es un espasmo. Al principio Larra sirve para descubrir al héroe patrio (a tal punto que se presenta como periodista, es decir, como observador objetivo de la realidad, ¿no?). Cuando a Larra se le trastocan los papeles y es ganado por el carisma caudillesco, te das cuenta que la película no se trata de otra cosa que de nosotros buscando a Artigas. Él mismo se lo dice: “Yo soy lo que ellos crean”, mientras señala a los paisanos.

Viene un chasque paraguayo con yerba y tabaco, cuando Artigas esperaba tropa para pelearle a los portugueses y comenzar a tejer una gran América. Matan al chasque. El crimen lo paga un paisano inocente. Eso tomó más tiempo en pantalla que una crisis militar, cuando se le va el coronel Martínez. Es que hablamos de sentimientos en una hora y media, pero no de política. Las frases escolares tampoco sirven para que nosotros lo reconstruyamos, necesitamos sentir al caudillo.

Dos Caminos, de Juan Manuel Blanes
Fuente
En una, Artigas llama al periodista/sicario/público y lo invita a descubrir su secreto: está organizando unas milicias con paisanos. Y el film nos muestra domas camperas, el momento donde el hombre intenta dominar a la naturaleza. No, perdón, esto es una película posmoderna: la doma representa al hombre siendo uno con la naturaleza. Cuando vean la película van a saber de qué hablo. Esta película presenta una conexión empática, uterina e individual con Artigas. ¡Esa es su misión, nuevo uruguayo!

El periodista/sicario/dibujante/espectador de hoy, sólo se puede construir desde este 2011 para poner al Artigas que quiere ver. No derriba ningún mito, que las garchadas ni las pajeadas te confundan (cuando veas la película también vas a entender este párrafo: esa escena sirve para fundir definitivamente a Larra/Artigas, las dos caras de la misma máquina). Dice que es padre de Andresito, que fue contrabandista, que es mujeriego, que no mata a los amigos.

Dice lo mismo que dice el mito pop de este principio de siglo. Lo hace más sólido, más impenetrable y justamente por eso, más personal. Armate el Artigas a tu medida, ésta película no te lo toca. Total, ¡viva la diversidad!

Fuente
Llevamos una hora y media. Los pueblos deciden qué hacer en asamblea. Algunos quieren negociar con los portugos, otros pelear a capa y espada. Larra ya es uno más, como nosotros, presentes en la asamblea. Artigas inscribe una “U” en una lanza y la tira, lo más lejos que puede. Dice que hasta acá es lo conocido, pero después de la lanza está la “utopía”. Claro, querido lector, esto es una película y, como todos los productos posmodernos, no tiene conflicto. No los quiere tener con sus consumidores, no le rinde. La utopía es de cada uno, expuesta en asamblea y ya está, después vemos. El problema es que el “después vemos” es justamente la política, eso que nunca formó parte de la película y que es el mayor legado de José Artigas.

La película va a ser un éxito taquillero porque tiene todas las condiciones para insertarse en la sensibilidad de este momento. Pero me decepciona que lo social y lo político estén emparentados con el collage y el desorden, antes que con la política, la síntesis y el lenguaje.

Collage. Cuando veas el cuadro original que pintó Blanes para Santos, te vas a acordar de mí.


*Todas las interpretaciones van más allá de lo histórico. En efecto, Máximo le pidió un cuadro a Juan Manuel para fundar la patria con imágenes y héroes de leyenda. Lo que cuestiono es desde qué lugar del hoy lo hacemos.



**Así como en una cosa la película se atañe a lo histórico, en este punto no lo hace. Blanes hizo estudios antropomórficos muy serios sobre la cara de Artigas en sus diferentes etapas vitales, en base al famoso retrato de Debray. Pero como toda ficción, tiene todo el derecho a basarse en lo real e ir más allá. Dudo si el lugar que eligió es el mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario