Diez, nueve, ocho,
Los vahos del whisky y las risas nos ayudaron a encontrarnos en cuestiones políticas. Pero eran charlas típicas de borrachos. Nada de cuestiones programáticas, eran soluciones finales clásicas de los beodos. Explico.
En su discurso, Paola era la embajadora de Gea o Gaya, “la de amplio pecho”, la naturaleza anterior al mundo y la razón, la que devino del Caos griego. Ella tiene la clásica angustia que nace luego del pecado original y, por lo tanto, volver a la naturaleza es su expiación. Comprende que el mundo no es sustentable tal como lo explotamos y que se debe parar la maquinaria humana antes que agote los recursos de la tierra.
Textual: “Las consecuencias de ese stop final son daños colaterales”. Es decir, si la muerte de millones de personas servía para detener la gran excavadora de recursos naturales en la que se había convertido la vida humana, chau, se apaga y punto.
Por su parte, Maximiliano confiaba en un instante particular. Compartía la ecopolítica sin hombres de Paola y sumaba un extraño concepto de comunidad.
siete, seis, cinco,
Sostenía la copa, pero también sostenía que era posible la caída de un meteorito en nuestro planeta y que sólo un acontecimiento de tamaña significación podía acercarnos como raza.
La ciencia, tan avanzada como arrogante, será capaz de identificar el meteorito que golpeará el planeta. Simplemente soñar con las consecuencias de tamaña catástrofe lo excitaba. Nos pidió que imagináramos los mares agitados, los terremotos, las cenizas precipitadas sobre la tierra fértil, la incomunicación digital, los recursos escasos.
Aterrador, ¿no?
Una cosa más. Maxi creía en un final sensible. Cuando el cono de sombras invada el planeta, anunciando la caída, todos nos vamos a sentir una comunidad, al fin. Seremos uno y millones, en un empuje empático y uterino.
Para confirmar sus ideas, me mostraron este video:
cuatro, tres, dos, uno,
La cerveza estaba caliente y sin espuma, pero igual la tomo. Un poco para darme tiempo a mí y a ellos también, porque no creía lo que estaba escuchando. Al principio creí que eran un par de ideas infantiles, hasta que recordé la cantidad de películas alusivas* o la cobertura del tsunami japonés. Esto lo creen muchas personas, me dije.
¿Cómo empiezo? Tengo que decir algo. Paso al baño. No es que el documental fuera malo, es que no era novedoso. Para alguien de izquierda, eran temas familiares. Pero uno de esos temas familiares vino a mi mente. Al lavarme las manos entiendo que ambos me hablan del Apocalipsis y no hay nada más político que el final de los tiempos.
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Pero hoy en día no nos interesa. A nadie le importa pensar un poquito en un mundo imaginario y mejor, compararlo con el real y ejercer los cambios para que ambos se parezcan.
Todo eso nos impediría la nueva forma de pensar lo colectivo, que tiene un poco más que ver con el goce sin intermediarios ni lenguaje. Es decir, sin pensamiento ni conciencia. El mundo Coca Cola de las movidas juveniles antes que el de la política de Sophie Scholl, que para el caso vivía su apocalipsis nazi, ¿no?
Sentirte “tal como sos” es imposible si no soy capaz de transformarme en vos y ocupar tu lugar en el mundo, así como quiere Maxi cuando el cono de sombra nos esconda. ¿Cómo explicarle que eso es fascista?
Puedo aceptar que los avances humanos no nos garantizaron una vida más feliz. El siglo XX fue sin dudas el más sicópata. Lo que no acepto es que la industrialización deba sentarse en el banco de los acusados, debe hacerlo el hombre. Algunos.
Buscar un salvador externo e irreflexivo (como la naturaleza o un meteorito, o Dios) no nos quita de las manos el tema central del hombre: las cosas de los hombres son temas de los hombres.
La naturaleza es un tema de los hombres. Otorgarle a la naturaleza el espacio de un “otro” con el cual puedo negociar mano a mano es irracional y suicida. Lo lógico es que la sustentabilidad la dirija el hombre y la defiendan los hombres, y eso se hace con organización, que es un tema de los hombres. Que vuelva la política. Hablo de la polis griega, con todas las letras.
¿Porqué es más fácil pensar en el fin de los días con una explosión antes de pensar en la organización de los intereses de la gente? ¿Cuál final es más loco?
Recuerdo el poema de T. S. Elliot donde dice “Así es como el mundo acaba. No con una explosión, sino con un gemido”.
cero, ignición.
* Listado de películas que hablan sobre el fin de los tiempos: si son del tipo ultimátum nuclear es fundamental Dr. Strangelove de Stanley Kubrick 1963, Threads de Mick Jackson 1984, Miracle Mile de Steve de Jarnatt 1988; si viene por la explicación alienígena La guerra de los mundos de Steven Spielberg 2005, La invasión de los ultracuerpos de Don Siegel 1956 y de Philip Kauffman 1978, Independence Day de Roland Emmerich 1996, o si es por pandemia (o zombies, que para las pelis yankies es lo mismo) con The Omegaman de Boris Sagal de 1971, Twelve Monkeys de Terry Gilliam de 1995, Infection de Albert Pyun 2005, Carriers de Alex y David Pastor 2009, o "2084" de George Blumetti del año pasado.
Pero de lo que nos compete, la distropía natural, recomiendo Hijos de los Hombres de Alfonso Cuaró 2006, obvio Armaggedon de Michael Bay 1998, o Deep Impact de Mimi Leder 1998, o la más ajustada para nuestro caso El día de Mañana, también de Roland Emmerich pero de 2004. También recomiendo El tiempo del Lobo de Michael Haneke 2003, o El Síndrome de China de James Bridges 1973.
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