miércoles, 8 de febrero de 2012

La carta presa

Fuente
El año pasado escribí la crónica de una reunión organizada por el Instituto Nacional de Rehabilitación en Rocha. En el mitin, las autoridades carcelarias del interior conocieron parte del proceso de reforma carcelaria que ellos mismos impulsan desde sus distintos lugares: direcciones de cárceles departamentales, equipos técnicos, o emprendimientos productivos dentro de la propia cárcel.

Entre los últimos, conocí a Luz del Alba Zabala. Fue maestra, vive en Treinta y Tres, y organizó una cooperativa de vestimenta y artesanías, que fue respaldada por el programa Uruguay Integra, del MIDES. Para pagar el respaldo económico, el programa no le pidió abonar con metálico, sino con especias. Las integrantes de la cooperativa decidieron dar clases a las reclusas de Treinta y Tres. Para esa jornada rochense, Luz del Alba compartió los conceptos que replico ahora:

      NO NACE DELINCUENTE,........LO HACEMOS.-

El proceso por el cual llega a ser DELINCUENTE, resulta de la interacción entre los individuos y las condiciones sociales en que éstos se desarrollan.

Lo que cada uno es dentro del orden social al que pertenece, es resultante de muy complejos fenómenos que se producen en el contexto social en el que se desenvuelve un joven delincuente y las posibilidades reales que tiene como individuo.

Para los hijos de marginados y desempleados; o de aquellos que  acceden a empleos inestables y de baja remuneración, la calle, el grupo de pares o el tiempo libre sin ocupación específica se vuelven espacios de referencia.

Imposibilitados ya de incorporar los valores tradicionales (porque han perdido sus sentidos y sus referencia) muchos jóvenes comienzan a generar nuevos sistemas de creencias, de vida y de cultura. Dado ese estado de cosas, ante la falta de proyectos a largo plazo, la violencia empieza a ser vista como expresión de coraje y de destreza física. Y se vive en una especie de ”inmediatismo”, entendido como la necesidad del disfrute repentino e ilimitado en tiempo y espacio.

La criminalidad se agrega a estas actividades, en parte como acción esporádica y aventurera, pero también como fuente de ingreso alternativa y como canal expresivo del resentimiento.

Esto no significa, cabe insistir, que todos LOS JÓVENES POBRES se vuelvan delincuentes. Ni siquiera implica que una mayoría de ellos lo haga; pero si es cierto que una persona afectada por esta suma de dificultades se vea tentada a transgredir la ley de las maneras más diversas. La relación entre desempleo y delito no está regida exclusivamente por la necesidad económica, sino principalmente por la degradación de valores.

Dicho de otra forma: una persona que pierde su trabajo no va a dedicarse a delinquir (automáticamente) para encontrar una fuente alternativa de ingresos.

Un individuo que ha sido EDUCADO, SOCIALIZADO y CRIADO con los valores del TRABAJO, la FAMILIA y la HONESTIDAD, difícilmente podrá de la noche a la mañana olvidar toda esa carga cultural; de ninguna manera le resultará fácil buscar un arma y vivir del asalto a mano armada.





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