Los indignados uruguayos. Fuente |
Al final una de las inspiradoras de la marcha autoconvocada y apolítica ni era tan auto ni tan apolítica. La opereta mediática era tan burda que no duró un día. Sin embargo, me queda en la cabeza la intención. Parece que ocupar un espacio inhibe la opinión de quien lo ocupa. Defender una posición de cualquier tipo es visto como una defensa de intereses particularísimos y, para zafar de eso, hay que limpiarse del pecado y bautizarse de vuelta: soy sólo un ciudadano. Pero, ¿un colorado no es un ciudadano?
Lo que me aturdió es que nos dejamos caer en la banalidad de considerar al otro según
sus intereses. ¿Por qué un militante colorado no puede defender el endurecimiento de las penas, por ser colorado? ¿Un socialista que defienda bajar la imputabilidad está más calificado por ser socialista? ¿Por qué dejamos de hablar de argumentos y hablamos de partidarios?
Y algo más peligroso aún: ¿Mi opinión es más válida porque no milito? ¿Y el conjunto
de creencias que pongo en práctica todos los días no es una militancia? ¿De dónde las saqué, de un lugar más puro?
¿Y por qué se escuenden? ¿Porqué no se mostran? Fuente |
La política pasó a ser un arma de engaños y conspiraciones cuando se vació de política y se transformó en una herramienta corporativa. El partido político quedó como la herramienta de una corporación para alcanzar los recursos del gobierno y perpetuarse ahí hasta que la chancha diga basta. Hay que decir que estás libre del pecado de la política, de lo contrario tu opinión es previa a la realidad y sólo sirve para un interés bajo. Gran favor le hacemos al futuro si pensamos
que no podemos cambiarlo y como contrapartida pensamos en defender lo que nos queda.
Ejerza, pero ¿qué? Fuente |
No te pido que me digas que sos colorada, eso es tuyo. Explicame qué significa “hacerse cargo de la inseguridad”. Nada más y nada menos. Y ahí empezamos a hablar.
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