La educación no aburrida. Fuente |
Luego de
la avalancha de contactos de distinto tipo que hablan, tratan, difunden, apoyan
y detestan la película “La educación prohibida”, no tuve más opción que
mirarlo. Son dos horas y poco de proyección que, primero, bombean a la escuela de
maestra y túnica (“vareliana” en nuestra versión), y después difunde propuestas
educativas distintas que se desarrollan en toda América Latina. Pero, ¿qué
dice?
Señala
que el motor de la educación es la curiosidad, que eso es innato en los niños y
que promoverla garantiza el proceso educativo. La escuela no sirve, porque lo
que hace es estandarizar, disciplinar, promover la competencia. Instruye
técnicas y nada más, mediante métodos pavlovianos. Los sentimientos quedan
afuera del proceso educativo y eso es señalado de manera vibrante en la
película.
La
educación debería responder a las necesidades de cada uno, porque la
autenticidad es garantía de felicidad. La felicidad es seguir los impulsos
propios sin conflicto, quien yo quiera ser es MI responsabilidad, no del
sistema. Y el maestro clásico, operador del sistema, impone lo que le sirve a los otros y por tanto, no sirve como liberador de la educación: maten
al intermediario.
Ahora,
encontré esto que dijo Piñera: “El Estado no debe monopolizar la educación. Por
eso creemos en una sociedad docente más que en un Estado docente. Nosotros
reconocemos que entre la disyuntiva entre el Estado docente y una sociedad
docente, nosotros apoyamos a una sociedad docente”. Es decir, maten al
intermediario.
Piñera sobre el conflicto educativo en Chile. Después habla de Pinochet.
De
repente, “La educación prohibida” se opone a Camila Vallejo y los estudiantes
chilenos y habla el lenguaje de Sebastián Piñera (Y, a su vez, el alumno que en
la película le encanta el marketing y leer libros que sí le van a servir, está
con Camila, ¿no?). La clave es que la educación dejó de ser un asunto público y
pasa a ser un asunto privado. La relación es entre el saber y el alumno, como señala
Alma Bolón en Brecha (07/IX/12). Los docentes afuera: maten al intermediario.
José Pedro Varela, pero al revés. Fuente |
¿Hacia
dónde va el educando? Derechito al “aprender jugando”. La experiencia pasa de
ser un acontecimiento para demostrar conocimiento, a ser una formadora de
tolerancia. Enseña la asamblea, el conocimiento no. Y tener buenos argumentos no
es tan importante como tener carisma: ¿cómo se aprenden los argumentos, cuando
el docente no es la herramienta educativa y cuando se promueve lo innato?
Y después
¿cuándo y dónde se colocan los conocimientos a las personas? De más grandes, en
los lugares de capacitación. El círculo está cerrado. De chico aprendo a
convivir sin conflicto, de adolescente aprendo un área minúscula de la vida
que, a la vez de llenarme emocionalmente, me da los recursos para vivir. Y a su
vez, las aprendo en pocos meses y me desligo de los conocimientos que no me
sirven pragmáticamente. No se le puede hacer mayor favor a los dueños del mundo
que promover “La educación prohibida”.
Para
explicar esto último, retomo lo de lo público/privado. La obligatoriedad colocó
a la educación como asunto público. Como “cosa pública”, se hizo gratuita y
laica. Dentro del aula, aspiró a conformar “ciudadanos”, es decir, personas
capaces de desenvolverse entre la “cosa pública”. Los conocimientos en varias
disciplinas científicas y artísticas (la educación) sirvieron para incrementar
la cantidad de bienes materiales de la república y para aprender a
reproducirlos, pero también para pensar la forma más justa de su distribución.
Y esto
es fundamental, es por eso necesitamos personas que sepan de logaritmos y de
Cervantes y de células y, a partir de ahí, a conectar esos conocimientos y a razonar. Es razonar, y no la “relación en asamblea”, lo que va a
permitir la corrección de los errores de mi generación por parte de la generación que me
sigue. Si vamos por el camino de “La educación prohibida”, dudo que los gurises
que me siguen se den cuenta de mis cagadas. Y ahí, un mundo con lo político
como una posibilidad se desmorona. Como la Torre de Babel, donde cada lenguaje
particular le ganó la batalla a la construcción en comunidad de la torre más
alta jamás pensada por el hombre. Blasfemos, andar tanteando al dios mercado…
La educación prohibida, completa, por Germán Doin y Verónica Guzzo
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